Vivimos en un mundo donde las niñas son criadas para “ser perfectas”, cuidar de los demás y ser políticamente correctas. Los niños varones, en cambio, aprenden a ser valientes, reponerse frente a la adversidad y salir adelante. ¿El resultado? Cuando las niñas se convierten en mujeres, tienen demasiado miedo a fracasar o equivocarse, no se atreven a ser ellas mismas y sacrifican sus metas y sus sueños.